Dios, quiere derramar su amor y felicidad a todos los que acuden a su encuentro,
para sellar su compromiso de salvación y de entrega,
Aunque afligido yo y necesitado,
Dios pensará en mí.
Mi ayuda y mi libertador eres Tú;
Dios mío, no te tardes.
(Salmo 40:17)
¡Qué interesante la actitud de humildad del rey David!
Un hombre el cual el peligro lo acechaba día a día, en donde los enemigos lo rodeaban y por consiguiente todo su ser se sentía cansado, abatido, afligido y por supuesto necesitado.
¿Necesitado de qué o de quién?
Necesitado del auxilio y el pronto socorro de Dios, al igual que me pasa a mí y seguramente a ustedes también muchas veces.
La actitud de David es digna de imitar, porque él nos está demostrando humildad, está reconociendo a su Dios sus debilidades y cuánto lo necesita.
Está poniendo a Dios por encima de todas sus angustias y lo está reconociendo como el único libertador que está esperando que su poder se mueva a su favor, para así hacerlo libre de toda esa horrible situación.
David tenía una relación de amigo con Dios, por eso podía abrirle el alma y el corazón sin esconderle nada, y por eso sabía que siempre Dios estaría pensando en él atento a escuchar y a contestar a su tiempo, la petición de su corazón.
Él sabía que el único que poseía su respuesta era Dios, por eso lo está reconociendo como su ayudador, como su libertador y sabe que su respuesta llegará, por eso le dice.... "No te tardes"
Cuando tenemos una relación de amigos con Jesús, cuando tenemos comunión con el Espíritu Santo y sabemos que Dios es un papá amoroso que nos ama y que siempre obra a nuestro bien; allí podremos al igual que lo hizo David, ir a su presencia y desnudarle el alma y el corazón.
Entonces la paz de Dios comenzará a inundar nuestro ser y recibiremos la confianza plena de que Dios pelea por nosotros.
Pero cuando nuestra relación con Dios es lejana, cuando le ocultamos cosas a Él, cuando tenemos el dominio de ciertas situaciones, cuando hay orgullo en nuestro corazón, cuando nos creemos autosuficientes, o mucho peor cuando hay falta de perdón en nuestro corazón; nuestra vida comienza a caer en un pozo de desesperación en donde es ahogante y devorador.
En este comienzo de semana, sería interesante que evaluemos nuestras vidas a la luz de la Palabra de Dios.
Es necesario que comprendamos que tenemos que tener la actitud que tuvo el rey David, reconociendo nuestra necesidad, nuestra dificultad y declarando que solamente el poder de Dios puede obrar a nuestro favor y librarnos de toda opresión y de todo aquello que nos agobia, angustia y nos roba la paz y hasta la fe.